TIEMPO Y SALUD
Miguel A. Römer
R.
Dedicado a mi
esposa, a mis hijos, a mis nietos,
a los hijos y
nietos de todos los venezolanos,
a los hijos y
nietos de todas las personas de
buena voluntad.
Sócrates, el gran filósofo griego,
condenado a muerte por los atenienses,
fue encarcelado y envenenado con cicuta;
a los 71 años de edad, 399 años a.C. Se le acusó de corromper a la juventud y de negar a los
dioses.
Convencido de la inmortalidad del alma,
desdeñó todas las alternativas que le fueron ofrecidas para evitar que se
cumpliese la condena. De nada valieron los esfuerzos de sus discípulos y
admiradores para salvarlo. Tranquilo y
confiado manifestó, que como buen ciudadano, en concordancia con lo que había
enseñado durante toda su vida, la sentencia tenía que cumplirse. En efecto, había sido dictada por la mayoría
de los senadores; en consecuencia era
"legal", a pesar de haber
logrado argumentarla con bases indiscutibles,
No es el momento de considerar cuales fueron las verdaderas
causas para que fuese condenado a muerte, o al exilio como alternativa. Pero el hecho es, que tal como lo aseveró, su
alma inmortal permanece activa. Permanece viva también en los Diálogos de Platón,
obra maestra de su pensamiento. Y a
veces, con el consentimiento del Todo Poderoso, se presta para dialogar con lo
humanos.
Hoy estará entre nosotros, conversando con representantes de nuestra
actual civilización, preocupados por el malestar mundial existente, con los
consiguientes trastornos de la salud, tanto espiritual como física. Y como es lógico pensar, están especialmente
interesados en discutir la situación en nuestro medio.
Los interlocutores serán esta vez el
médico Carlos,
-omitiremos los apellidos- el psiquiatra
Rodolfo, Amelia, ama de casa, Gustavo,
sociólogo y Aquiles, filósofo.
-Aquiles.
"Sócrates, estamos acá reunidos,
porque nos preocupa la situación en que vivimos la mayoría de los que
integramos la clase media, aquella sobre cuyos hombros descansa el devenir del
país y su futuro; y quisiéramos oír tu
opinión orientadora a este respecto.
Corremos desde la mañana hasta la noche, y el tiempo no nos alcanza para
todo lo que "tenemos que hacer".
Para la mayoría, el reloj no es otra cosa que una fuente de
angustia.
-Sócrates. "Aquiles, tu como filósofo, sin duda habrás
reflexionado sobre este aspecto. ¿No te
parece que sería interesante precisar, que entendemos por angustia?”.
-Aquiles. “Ciertamente Sócrates, pero quizás sea
Rodolfo, nuestro amigo psiquiatra, el mas indicado para responder esta
pregunta.
-Rodolfo. “ Pienso que la angustia o ansiedad es un
estado anímico, de miedo a no lograr afrontar la realidad que nos
imaginamos. Un estado de zozobra que
embota los sentidos, impidiendo a la persona angustiada, percibir objetivamente lo que acontece a su
alrededor. Esto trae como consecuencia
apreciaciones erradas con sus consiguientes yerros, que solo sirven para aumentar el nivel de
angustia. Y así se cae en un círculo
vicioso cada vez mas profundo, que lleva a un contingente grande de personas, a
la depresión. Solamente en Norteamérica
hay unas 12 millones de personas (10 % de la población) que toman antidepresivos. Pero antes de seguir adelante, pienso que es
conveniente precisar la noción de tiempo, ya que el objeto de esta reunión, es
analizar la relación entre la angustia en el mundo moderno en función del
tiempo. Y en mi opinión sería Sócrates
el mas indicado a estos fines”.
-Sócrates. “No es fácil la tarea que me has
encomendado. ¿Que les parece si hacemos
un recuento histórico respecto a la noción del tiempo".
A esta proposición respondieron
afirmativamente todos los
asistentes.
-Sócrates. Para el hombre primitivo la noción del
tiempo era prácticamente inexistente. Se
limitaba él a observar la recurrencia de los fenómenos naturales, la
alternancia del día y la noche, los cambios de las estaciones, épocas de lluvia
y de sequía, de calor y de frío, el lapso entre el nacimiento y la muerte.
Al comenzar el hombre a cultivar la tierra, fue cuando se dio cuenta de
la importancia del tiempo, para predecir la época de sembrar y la época de
cosechar, estableciendo una relación entre estas épocas y el movimiento de los
astros, que ya había interesado previamente, a algunos observadores. Allí nace la noción de tiempo, es decir, la
noción de la existencia de cambios de duración limitada, cuya secuencia se
repite periódicamente en el "tiempo". Así el hombre adquirió consciencia de
que su existencia y la de todo su entorno inmediato, tiene una
duración limitada, y la persistencia de esta duración, ha sido lo que hemos
llamado tiempo.
Definir la noción de tiempo en
base a sus características es imposible.
Se trata de una noción absolutamente abstracta. Que solo adquiere significado cuando se la
relaciona a hechos, a acontecimientos, al desplazamiento de las agujas del
reloj.
Cuando Einstein lanza su teoría
sobre la "relatividad", el factor tiempo adquiere una nueva dimensión:
un mismo acontecimiento es apreciado como difernte, cuando es observado desde
dos puntos, cuya distancia al mismo son desiguales. Estas apreciaciones
difieren entre si en base al factor tiempo; al tiempo que tarda este
acontecimiento, en ser percibido por el uno y por el otro.
Así el tiempo ha venido a ser la
cuarta dimensión del universo. Y como la
existencia de "algo" solo es posible cuando existe lo
"contrario" -no existiría el blanco sino existiese el negro- se desarrolló
coincidencialmente la noción de "eternidad".
A
partir de lo expuesto, sería interesante ahondar un poco mas en este tema, y
creo que el amigo filósofo podría decirnos que piensa él al respecto".
-Aquiles.
"A los fines de esta reunión me parece que es muy importante señalar, que
el factor tiempo es un "recurso" -por llamarlo de alguna manera-
absolutamente no renovable. Lo cual trae
como consecuencia, que lo que se deje de hacer hoy, es muy probable que no sea
posible hacerlo mañana; a veces no llega a hacerse nunca. Pero creo que Gustavo, nuestro amigo
sociólogo, podría aportarnos conceptos
valiosos en lo que respecta al aprovechamiento del tiempo en el desarrollo de
las sociedades humanas".
-Gustavo.
"Acepto con gusto intervenir en ese sentido, y la contestación podría
resumirla expresando lo siguiente: Las
sociedades diligentes, aquellas en las cuales haya mas personas que aprovechan
el tiempo al máximo, son las mas
prósperas. En las tribus primitivas la noción del tiempo es casi inexistente: sus
integrantes viven el momento, confiados en sus dioses, sin preocuparse en
demasía por el futuro. Pero tengo claro,
que faltaría por definir lo que entenderíamos por prosperidad; y pienso
que Sócrates sería de nuevo la persona indicada a estos fines".
-Sócrates.
"Antes quisiera hacerle una pregunta a Gustavo: ¿Prosperidad significa bienestar,
felicidad?".
-Gustavo. ¡Ciertamente!
-Sócrates.
"Los Estados Unidos de Norteamérica es un país próspero, el mas rico y
poderoso del mundo. En consecuencia, de
acuerdo a lo expuesto, sus habitantes deberían ser los mas felices del
mundo. Sin embargo, nos acaba de decir
Rodolfo que unos 12 millones de ellos consumen antidepresivos, la drogadicción
alcanza niveles alarmantes, los suicidios en adolescentes van en rápido
crecimiento, y niños matan a tiros a sus compañeros y maestros sin una
justificación razonable. Algo similar, en menor escala, está sucediendo en los
países industrializados de Europa.
Gustavo ¿crees sinceramente que puede aseverarse, que la prosperidad está indisolublemente
ligada a bienestar, a felicidad?
-Gustavo. "Tienes razón, Sócrates, no había pensado en ello; me parece que
habría que definir un poco mas lo que entendemos por prosperidad y felicidad,
Ya llegamos a un acuerdo anteriormente al tratar sobre la angustia. Prosperidad y felicidad son temas que raras
veces se tratan en profundidad en el medio ambiente moderno, en parte porque
"no hay tiempo para ocuparse de ellos" porque 'hay cosas mas
importantes que hacer". Comencemos
por oír a Amelia nuestra "ama de casa" que, además es una profesional
competente e inteligente.
-Amelia. "Tengo 38 años de edad, me considero una mujer moderna, tengo un
título universitario en ingeniería de sistemas, tengo 3 hijos, un varón de 13
años, una hija de 11 y otro varón de 9.
Podría decir que somos una familia de clase media alta: con lo que gana
mi esposo y yo hemos podido adquirir un
apartamento, tenemos dos automóviles, tomamos vacaciones una vez al año, y hacemos frente a nuestros gastos. Pero el tiempo no nos alcanza: tenemos que
llevar los hijos al colegio y buscarlos luego. Tengo que atender los quehaceres
de la casa -solo dispongo de una ayuda que asiste dos veces por semana- ir de
compras al automercado, hacer largas colas en el tráfico, en las taquillas,
preparar mis clases para los alumnos en la Universidad, donde trabajo a medio
tiempo.
No soy del todo feliz, considero
que el día se me va, en su mayor parte,
en cosas triviales, como hacer colas, por ejemplo. Desearía disponer de mas tiempo para
compartirlo con mis hijos y mi esposo; que normalmente llega tarde y cansado al
hogar, sin ánimo para mas nada como no sea ver televisión, la droga moderna que
embarga la mente y exime de pensar. Siento que me falta algo.
Tengo plena consciencia de que los
logros materiales solo producen una pseudofelicidad: una felicidad superficial,
pasajera. Y yo desearía adquirir la
verdadera, la que descansa sobre bases inconmovibles y eternas. Pero para ello se requiere un tiempo de el
cual no dispongo; tiempo para conformar mi mentalidad en ese sentido, para
aprender a distinguir el oro de las bagatelas.
Esto lo aprendí del trabajo titulado Felicidad y Salud (Bol. DIRSANIFA
(1997) 8:3, 30-32).
Pero quisiera oír de nuevo a Gustavo, quien como sociólogo podría
aportarnos mucho en la temática que nos ocupa".
-Gustavo. "Observo con interés, que de acuerdo a
lo expuesto por Amelia, para ella la prosperidad no es sinónimo de felicidad,
de bienestar. Creo que este es un hecho
indiscutible y se me ocurre, que la causa de esto es, que el mundo,
especialmente el mundo occidental, se ha dado a la tarea de producir bienes de
consumo en masa, convenciéndonos, de que
son indispensables para ser felices.
Pero estas "necesidades maravillosas" cada día mas numerosas,
requieren, cada vez mas de nuestro
tiempo, un factor limitado, y de la mayor importancia; y como concluimos arriba: NO RECUPERABLE.
Ahora
bien, creo que es el momento oportuno de pedir opinión a Sócrates, porque de
acuerdo a lo que hemos andado, prosperidad y felicidad no son sinónimos, a
pesar de la intensa y costosa propaganda, con la cual somos bombardeados día a
día por los medios de comunicación de masas".
-Sócrates. "Sí, estoy de acuerdo con el
planteamiento de Gustavo. ¿No creen
ustedes que acaso el enfoque de la sociedad moderna del mundo occidental es
errado? ¿Que piensa nuestro amigo y
filósofo Aquiles al respecto?".
-Aquiles. "Pienso, que si alguien tiene mucho que
aportarnos eres justamente tu, Sócrates, porque tuviste la oportunidad de vivir
en la época en la cual estos adelantos de la ciencia y la tecnología no se vislumbraban en el horizonte. Sin embargo,
¿no había acaso personas felices en aquellos tiempos? Ya que de ser así, tendríamos que concluir
que toda la tecnología y el avance científico moderno, no son indispensables
para lograr la felicidad. En
consecuencia pienso. que realmente vamos por un camino errado: estamos
invirtiendo el recurso mas precioso de que disponemos, en la adquisición de
recursos materiales, convirtiéndonos cada vez mas en esclavos de los
mismos.
Pensamos que no se puede vivir sin una
refrigeradora, sin un equipo de sonido, sin un horno de microondas, etc., etc.,
etc.. Y si alguno de estos artefactos se
daña, de inmediato hay que realizar todos los trámites necesarios, no siempre
fáciles y expeditos, para lograr
repararlo a la mayor brevedad. Mas
aparatos… mas problemas, mas esclavitud.
Y todo esto, no contribuye realmente a la felicidad verdadera. Estos
bienes de consumo, por lo general, no
fueron diseñados para aportar felicidad, lo fueron mas bien, para obtener un
beneficio económico. Quisiera dejarle a
Sócrates, que nos explique donde está la falla y que se entiende por felicidad
verdadera".
-Sócrates . “La respuesta no es tan sencilla como puede
parecer a simple vista. Yo viví en una
época en la cual no existían las angustias de los tiempos modernos. No habían bienes de consumo masivos. Se producían alimentos, vestidos y calzados,
solo los necesarios; y armas, carros de combate
y barcos para la defensa, o en
aras al afán de poder y enaltecimiento del ego, condiciones inherentes al ser
humano desde su creación.
La vida era apacible, muy
limitadas las ambiciones de las masas, no necesitaban gran cosa para subsistir
y ser felices. No existían las enormes diferencias sociales actuales, el
desempleo creciente ni las grandes masas de personas dedicadas a mantener y
desarrollar la maquinaria destinada a la "prosperidad". Había tiempo para pensar, para educarse, para
las artes, y para desarrollar la parte espiritual del hombre. Hubo grandes hombres en esa época, tan
grandes, que su pensamiento y acción todavía persisten.
Mas difícil es definir la
felicidad. Para mi consiste en un estado
de consciencia apacible, tranquilo, armónico, basado en una paz interior,
producto a su vez del amor y respeto por mi mismo, por los demás, por los
Dioses…y por todo lo creado. Para ello
consideré de la mayor importancia "conocerme a mi mismo".
En consecuencia dediqué mi tiempo,
mi vida, al estudio del hombre, especialmente de su parte espiritual e
inmortal, y de las cosas, en cuanto a su significado e importancia en relación
a lo anterior. Enseñaba y estimulaba a
la juventud en esa dirección, sin cobrar un centavo por ello. Lo cual molestó a los pseudosabios, que
cobraban fuertes sumas por sus "enseñanzas".
No poseí dinero ni fortuna. No me interesó invertir tiempo en asuntos
efímeros, y en consecuencia triviales.
Cuando se me hizo saber que mi sentencia de muerte podía ser cambiada
mediante el pago de dinero, manifesté que carecía de fortuna alguna. Pero tampoco acepté el dinero que algunos de
mis discípulos, generosamente, pusieron
a mi disposición a esos fines.
Fui feliz en la tierra,
desarrollando y enseñado mi sabiduría, desenmascarando a los hipócritas y
pseudosabios. Porque les estorbaba fui
sentenciado a muerte, pensado ellos que así me perjudicarían, que me
atemorizarían. Caro pagaron su infamia. Perdedores fueron ellos y Atenas.
A mi me hicieron un favor: ahora estoy mejor que antes; tengo la felicidad mas completa, libre mi alma de las
apetencias y achaques del cuerpo.
No acostumbro hablar de mi. Pero el motivo de esta reunión es averiguar,
considerar, si el hombre de hoy, en medio del adelanto científico y tecnológico
es más o menos feliz, que lo que pudo ser el hombre de antaño, carente de los
mismos, y nada mas sencillo que comparar la época que me tocó vivir con la
actual. Les pregunto: ¿No creen ustedes
que para lograr la felicidad se requiere invertir tiempo?".
"Sin duda alguna,
respondieron unánimemente".
-Sócrates.
Acordamos que el tiempo es un recurso no renovable; es decir, que el tiempo que
pasa no volverá nunca jamás. Lo cual
significa que deberemos aprovecharlo lo mejor posible, en beneficio de nuestro
bienestar, de nuestra felicidad íntima.
Rodolfo, ¿estarías de acuerdo en esto?
-Rodolfo. "Claro está, que no puedo pensar de otra
manera".
-Sócrates. Entonces plantearemos lo siguiente: ¿Como
vamos a invertir nuestro tiempo? -cuantitativamente es el mismo para cada ser
humano- ¿lo invertiremos para lograr nuestra felicidad y por ende la de quienes
nos rodean, o para la adquisición de bienes materiales? Pero antes de responder esta pregunta,
queridos amigos, recordemos que dijimos al comienzo, que aparentemente la
sociedad actual, especialmente la occidental, en un alto porcentaje no parece
ser una sociedad feliz, a juzgar por los síntomas que presenta: drogadicción,
suicidios, masacres, depresión, etc. etc.".
-Rodolfo. "Sócrates, tengo que decirte que nos complace
sobremanera, que hayas aceptado esta
invitación. En efecto, nos estás
llevando a tu manera, a pensar y ahondar en una serie de aspectos, en los
cuales no habíamos tenido ocasión de profundizar.
Actualmente no se dispone de
tiempo para invertirlo en el cultivo de
la persona humana como tal. La masa
humana de hoy en día, está conformada por seres sin individualidad propia, similares a una pieza de maquinaria,; ha ido
perdiendo paulatinamente sus características propiamente humanas, en el mas
profundo sentido de la palabra.
Y la meta de los diferentes
niveles de esta masa es, alcanzar el tren de vida de los niveles superiores, la
adquisición de lo mas moderno en tecnología.
La meta es esencialmente material y en ella invierten todas sus
fuerzas.
Me imagino Sócrates, que no
existiendo tecnología ni bienes de consumo como en la actualidad, no habría
esas ansias de posesión, de ascenso en base a lo material.
-Sócrates. "Has dicho bien Rodolfo. No existía esa angustia, la derivada del afán
de poseer. Si es que tampoco era mucho
lo que se podía poseer. Los poderosos
tenían ciertamente mas comodidades, joyas y vajillas lujosas, servidumbre. Pero no existían las diferencias abismales
entre los que hoy llamamos pobres y ricos.
¿Que piensas de este planteamiento Aquiles, nuestro amigo filósofo?
- Aquiles. Sócrates has tocado un tema de una profunda
trascendencia, pero ahondar en él nos sacaría de lo que hemos querido plantear
esta vez: la relación entre el factor tiempo y felicidad. Hay una palabra que no hemos mencionado hasta
ahora y es la cultura, el camino transitado por el hombre, desde mas allá de la
historia, para desentrañar el enigma de
la vida y de la muerte, alcanzar su seguridad interna, su felicidad,
disfrutando del bienestar producido por el desarrollo de sus condiciones
íntimamente humanas. Y pienso que no es
posible llegar a ser culto, sin invertir tiempo, mucho tiempo, en adquirir
los conocimientos necesarios.
Pero en la cara de Amelia puedo ver el deseo de intervenir.
-Amelia.
"Te has expresado con claridad, Aquiles, pero dime: ¿Como y donde se
adquiere esta cultura?
-Aquiles. "La base de todas las culturas ha sido
el conocimiento innato, que a cada ser humano le señala la diferencia entre el
bien y el mal.
Las religiones han sido los
pilares de las diferentes culturas.
La cultura comienza en el hogar,
con la buena educación y el ejemplo. Se transmite de generación en generación;
no se compra en droguería ni en establecimiento comercial.
Nuestros
ancestros transmitían su cultura con el ejemplo y de viva voz, de generación en
generación
Hoy en día los padres carecen de
tiempo para educar a los hijos y, carentes ellos de cultura, no pueden
transmitirla a la descendencia
Los colegios, despertando en el
niño y en el joven el entusiasmo por las artes, la filosofía y los grandes
pensadores, constituyen el segundo escalón en la escalera de ascenso. Las universidades impartían cultura en el
siglo pasado. A partir de finales del
mismo solo imparten conocimientos parciales, inherentes a una determinada
materia. Ya hoy en día los profesionales
universitarios solo conocen lo que corresponde a su materia. Ortega y Gasset los llamó los "bárbaros
modernos". Con la diferencia de
que el poder de los bárbaros de antaño
se limitaba a su fortaleza y a su inteligencia e intuición primitivas; en tanto
que los modernos disponen de un poder casi ilimitado, gracias a las actuales
tecnologías. Y así vemos como dos
individuos fueron capaces de provocar la
destrucción de todo un edificio en Oklahoma,
Los buenos libros son una fuente
inagotable de cultura; pero las generaciones modernas no leen: les falta tiempo
para ello, o su estado de ánimo no se lo permite. Dedican en cambio mucho tiempo a la
"anticultura", a los programas de televisión; en su mayoría
intranscendentes, cuando no degradantes. Espero Amelia, haber contestado
escuetamente tu pregunta. Será
interesante que Gustavo, el amigo sociólogo,
expresara su opinión en relación a lo que expuse.
-Gustavo. "Gracias Aquiles por tu valoración de
mis escasas capacidades, al pedirme opinar sobre lo que tan brillantemente
expusiste. Lanzaste, como quien no
quiere la cosa, una dura crítica a nuestra sociedad actual. Una crítica despiadada. Pero no puedo decir otra cosa, sino que
tienes toda la razón. Hemos vuelto a la
barbarie, nos hemos despojado de las adquisiciones culturales alcanzada en miles de años. Para volver al
mas genuino primitivismo, disfrazado reforzado a la enésima potencia con los
atuendos y el poder que la moderna tecnología permite. Pero,
como se ha venido vislumbrando a lo largo de esta
exposición, la civilización moderna, basada en los
avances de la técnica y de las ciencias, no ha contribuido a la verdadera
felicidad de sus hombres, a la felicidad de las masas. Se ha logrado todo lo contrario: crear
ambiciones desmedidas por todo lo que brilla.
Me parece que Rodolfo, con sus conocimientos de psiquiatría podría
redondearnos la fascinante temática que estamos abordando.
-Rodolfo. "Realmente, algo está ocurriendo. Y la causa está, de acuerdo a mi humilde
opinión, en que hemos olvidado, que el ser humano es por lo menos una diversidad:
cuerpo y espíritu. -Hay quienes
defienden una diferencia entre alma y espíritu: la primera es la que confiere
vida a todos lo seres vivientes, y el segundo
sería un atributo exclusivo del hombre-. El cuerpo posee características comunes a la de los
animales, siendo justamente el espíritu
o alma lo que lo distingue de ellos. El
cuerpo es algo tangible, concreto, apetece por lo tanto lo material, lo concreto.
Su dimensión espiritual en cambio, constituye su parte abstracta, por decirlo así,
intangible; pero es innegable su existencia.
No solamente reside en él la capacidad de conocer,
de relacionarse a un nivel superior,
reside también en él la capacidad de amar, en el sentido mas amplio de
la palabra, el lazo supremo que mantiene unido al Universo. Pero así como el cuerpo requiere alimento para subsistir y desarrollarse, el
espíritu necesita también que se ocupen
de él y lo cuiden… para que no enferme.
Y si esto no sucede , se siente mal, y su dueño experimenta este
malestar allá, en lo mas profundo de su inconsciente, sin lograr determinar su
origen. Para resumir, nos hemos olvidado
de lo espiritual, para dedicarnos cada vez mas y mas a lo material. Todo el tiempo del cual disponemos lo
invertimos en lo último.
-Amelia. "Rodolfo, dices cosas extrañas, porque
en síntesis estás dando a entender que nos estamos animalizando cada vez mas y
mas, en vez de lo contrario. ¿Te entendí
acaso bien?
-Rodolfo. "Así es.
Y el subconsciente nos lo reprocha, pero no
entendemos el reproche, ni sospechamos el porqué de nuestra angustia, de nuestro
malestar. Esta es la tragedia de los
tiempos actuales. Pero creo que llegados
a este punto, necesitamos oír la opinión de Sócrates, con una experiencia
milenaria y un horizonte ilimitado,
-Sócrates. "Lo de experiencia milenaria lo acepto;
no tanto lo de horizonte ilimitado, que solo es posible al Ser Supremo. Fue una falaz mentira de los atenienses, que
yo negara a los dioses. El curso de mi
vida y mi actitud ante la muerte lo demostraron sin lugar a dudas.
En realidad, los puntos de vista
que Uds. han presentado a consideración me parecen correctos. Vale sin embargo la pena insistir en el
factor tiempo, vinimos acá para evaluar su valor en la angustia e infelicidad
de la parte del mundo dominada por la tecnología y el dinero. "Time is money" (el tiempo es dinero) es un slogan
frecuente. A mi parecer es un concepto
errado. Da a entender que el dinero es
el bien supremo, a el cual debemos aspirar por encima de todas las cosas. Y da a entender también que debemos invertir
nuestro tiempo en la búsqueda del
dinero. Aquí está la gran falla de
nuestra civilización occidental.
Guiados por esta enseñanza desde
que los niños adquieren uso de razón, y
por las propagandas a todos los niveles, repitiendo sin cansarse, que la felicidad se logra con la adquisición de
bienes materiales, y por lo tanto efímeros, no es de extrañar la insatisfacción
actual. Allí está el origen de la
infelicidad de las masas que integran la sociedad "primomundista",
que actualmente, gracias a la globalización se está propagando a pasos
agigantados, como un cáncer, por el
resto del globo. Y no será posible ir
cambiando esta situación, mientras no se invierta tiempo, mucho tiempo, en
cambiar conceptos que son los que actualmente prevalecen. Será una obra ciclópea, a desarrollar a nivel
mundial.
Pero ya se me está acabando el
tiempo de que puedo disponer para
atender vuestra invitación, y todavía nuestro médico no ha dicho la primera
palabra en este intercambio de ideas. Veamos que nos dice Carlos.
-Carlos. "Las condiciones inherentes a la vida
moderna, magistralmente comentadas por todos ustedes, se han reflejado de
manera importante sobre el ser humano; tanto en su cuerpo como en su espíritu.
La angustia del hombre moderno,
bien comentada por ustedes al comienzo, induce a muchos a fumar una y hasta dos
cajetillas de cigarrillos al día; con las graves consecuencias que ustedes
conocen -cáncer del pulmón y trastornos circulatorios-. Esta misma angustia induce a otros a ingerir
constantemente alimentos, generalmente ricos en azúcar y grasas -caramelos,
helados, y postres en general. La
obesidad, origen de un tipo de diabetes
y la ateroesclerosis, son el resultado funesto de estos hábitos. Hasta el punto que la muerte por enfermedades
cardiovasculares, se disputan el primer puesto con el cáncer y los accidentes
automovilísticos.
Muy importante ha sido el impacto
de la vida azarosa del hombre "civilizado" moderno sobre su parte
psíquica. En efecto: Desde un punto de
vista práctico, podemos dividir al ser humano en tres categorías: la de los
hipersensibles (aproximadamente un 25 %), la de los normosensibles
(aproximadamente un 50 %) y la de los hiposensibles (un 25 %). De acuerdo a la categoría a la cual
pertenezca un determinado individuo, será mas o menos afectado por las
condiciones de la vida moderna.
Los hipersensibles, son personas
hiperresponsables, y son por lo tanto las mas afectadas y las que mas
"enferman". Se la pasan angustiadas porque el tiempo no les alcanza
para nada: son tantas las cosas que consideran indispensables hacer. Van donde el médico, donde el uno donde el
otro, una y otra vez con las manifestaciones
mas disímiles; generalmente a nivel del aparato digestivo. Se someten a dietas estrictas, que le amargan
la existencia; toman toda una gama de medicamentos que le cuestan una fortuna;
sin lograr su "curación". Solo
encuentran alivio cuando alguien les da a entender que es lo que les está
pasando, asegurándoles que no tienen una enfermedad orgánica. Solo por esta vía, cambiando su actitud hacia
la vida, reflexionado sobre los principios trascendentales, encuentran la
posibilidad de convivir cómodamente con su personalidad.
Para alcanzar este conocimiento de
si mismo, el enfermo necesita de un médico que disponga de tiempo, de mucho
tiempo, del necesario para entender a la
persona que tiene enfrente como paciente; para conocer su personalidad,
incluyendo su situación emocional y anímica. Pero los médicos modernos,
esclavizados por la tecnología actual, no disponen de tiempo para este tipo de
enfermos; que en las ciudades grandes alcanzan aproximadamente un 70 % de los
que consultan por trastornos del aparato digestivo.
Por esta falta de tiempo para
hablar con el paciente, interpretando por esta vía el lenguaje de su
enfermedad, se cometen con cierta frecuencia graves errores de
diagnóstico. Pero la situación descrita,
está también afectando a muchos de los normosensibles.
Por
esta falta de tiempo sufre la relación médico-paciente, una relación
fundamental para el éxito en el ejercicio de la profesión hipocrática.
En resumen, la carrera hacia lo
material, el culto al dios dinero sin una compensación a nivel espiritual,
porque no hay tiempo para ello, hace a una gran parte de la humanidad del mundo
desarrollado una sociedad enferma, una sociedad infeliz, una sociedad con
máscaras, una sociedad hipócrita.
Conozco a un colega. Trabajamos en el mismo hospital. Y un buen día renunció a su cargo, vendió su
casa y su consultorio, y se retiró a vivir con su familia con un grupo de desadaptados
a las circunstancias actuales “Los Peregrinos” Ya han pasado varios años desde que tomó esa decisión. Se encuentran felices y contentos, sin la
inmensa carga que impone la sociedad de consumo. Dedicado a su familia, a la formación de los
hijos, a su propia formación cultural y espiritual. No poseen aparato de televisión, ni se
interesan por la prensa.
Bien, no creo oportuno extenderme
mas sobre este inagotable e interesante tema; ya hemos intervenido todos, y
Sócrates nos acaba de expresar que su disponibilidad de tiempo se acerca a su
final, y quisiera preguntarle, si estaría de acuerdo en que cada uno de los
participantes emitiese escuetamente una última síntesis en relación al tema
tratado”.
-Sócrates. Estoy totalmente de acuerdo. Aún mas, me parece útil y necesario. Sugiero que comencemos por Amelia.
-Amelia. "Agradezco mucho la oportunidad de
intervenir una vez mas, Y solo tengo que
decir que se me ha abierto un horizonte nuevo, insospechado, en el cual nunca
antes había pensado. Gracias! Estoy de acuerdo con todo lo expresado, pero
no es fácil cambiar mi ritmo de vida: todo el entorno conspira contra ese
cambio. Pero lo haré, hasta donde me sea
posible. Consciente ya de la
problemática existencial actual. Ahora
entiendo, tal como lo acaba de exponer Carlos, la existencia de grupos humanos,
cada vez mas numerosos, que para alcanzar su felicidad rompen sus vínculos con
la sociedad materialista, y dedican su tiempo al cultivo espiritual. ¿Le cedemos la palabra al amigo psiquiatra?
-Rodolfo. “¡Gracias Amelia! No hay otro camino. Las civilizaciones del Asia oriental,
comenzando por la India, se ocuparon mucho de la parte espiritual del ser
humano y del sendero hacia su bienestar anímico: desde hace unos 3.000 a 5.000
años. El budismo Zen es uno de sus
exponentes mas destacados. ¿Acaso la
doctrina cristiana no está basada en la creencia en un alma (o espíritu)
inmortal, del cual debemos cuidar con el
mayor esmero por encima de todas las cosas?
-Gustavo. "En mi calidad de sociólogo podría decir
que no hemos descubierto nada nuevo.
Solo hemos comentado una verdad, que la civilización industrial ha ido
soslayando cada vez mas, en favor del diabólico Dios Dinero. Nuestro precioso tiempo, nuestro recurso no
renovable, lo estamos invirtiendo en comprar pseudofelicidad, en servir a un
dios efímero, con pies de barro. No es pues de extrañar nuestro malestar,
nuestra depresión, nuestro temor a la muerte.
Si el tiempo se pudiese comprar
con dinero, el slogan sería "Money for buying time" -dinero para
comprar tiempo-; una tarea imposible para la mayoría de las personas.
Viene al caso recordar al
antropólogo norteamericano que se casó con una joven india yanomami y se la
llevó a vivir a Norteamérica. Tuvo con ella tres hijos. Por televisión se
proyectó la imagen de ella en un automercado, detrás de un carrito de
compras. ¿Pensó quizás él, que para
ella llegar a Norteamérica significaría algo así como haber llegado al cielo? Cortos años mas tarde le pidió que la
llevara a visitar a su tribu en la
selva…y una vez allá le manifestó que se quedaba con su gente (?). Aquiles, nuestro filósofo ¿cual es tu último
comentario?
-Aquiles. "Antes de terminar quiero hacerles una
pregunta: ¿Creen ustedes que esto que
hemos conversado acá, y que vamos a difundir cambiará en algo lo que está
sucediendo? ¿No habremos acaso perdido
inútilmente el tiempo invertido en est reunión, y el que dediquemos en difundir
lo discutido? Me parece que para cerrar
este interesante cambio de opiniones, este "brain storming", como
dicen los Norteamericanos, debemos pedirle a Sócrates que cierre con broche de
oro este encuentro.
“Pienso que serán muy pocos los
que lean la publicación de esta entrevista -el hombre moderno no lee- y los que la lean pensarán que somos
anticuados, que lo aquí expuesto no tiene vigencia en el mundo actual. A solo una ínfima minoría, a personas
cercanas a nosotros, les servirá como
tema de reflexión, y contribuirá a que los mas inteligentes realicen cambios en
sus actitudes frente a la vida. A pesar
de todo pienso que ha sido necesario el esfuerzo invertido, que hemos cumplido
con un deber de consciencia, y que debemos continuar reuniones como esta y hacer conocer sus
conclusiones.
Sócrates, para terminar voy a
decirte, en nombre de todos nosotros, que te agradecemos mucho, tu invalorable
compañía. Tenemos mas temas que
desearíamos comentar. Sabemos que tu “tiempo es oro”, en el
sentido figurado de la palabra, y que no dispones de excedente alguno. Creo interpretar la opinión de todos en el
sentido de que seas tu quien cierre con broche de oro este coloquio.
- ¡Ciertamente, es indispensable!
acordaron todos por unanimidad.
-Sócrates. En esta reunión hemos llegado a la
conclusión:
a) de que el tiempo es un factor indispensable,
no renovable, y que en consecuencia debemos utilizarlo de la mejor manera, sin
despilfarrarlo;
b) de que el desarrollo científico y
tecnológico, y el consiguiente materialismo, no permiten al ser humano moderno,
perteneciente al mundo desarrollado, cultivar adecuadamente su dimensión
espiritual, la mas importante del ser humano, y
encontrar así la paz, el sosiego y la armonía interna. Sin
esta paz, este sosiego y esta armonía, no es posible levantar una familia feliz y digna, sin
ellos, la creatividad, fuente de bienestar y autoestima, degenera y termina por
sucumbir; sin ella germina la angustia y los consiguientes trastornos de
salud.
¿Nos imaginamos hoy en día a un
artista dedicado a una obra como la ejecutada por Miguel Angel? Los pensamientos valiosos, la
creatividad, son como las
golondrinas: solo anidan donde hay paz y
seguridad; indispensables para que germinen sus frutos trascendentales.
Una mente atormentada es como un
basurero, en el cual solo crecen las moscas y toda clase de alimañas.
No soy tan pesimista como
ustedes. Me parece que hay una multitud
creciente en busca de un camino, convencidos de que el andado hasta ahora no
lleva a la felicidad. Al contrario, es
alarmante la multiplicación creciente, de problemas… sin una solución a la
vista. Creciente es también el número de
enfermos que requieren de la psiquiatría.
Creo no equivocarme al estimar que el
número de personas que inconscientemente anhelan que les hablen, que les
comenten lo aquí tratado, es mucho mayor de lo que ustedes piensan. El tiempo nos lo dirá.
Ha sido un especial placer
conversar con ustedes. Mi destino y
complacencia es ayudar a la humanidad.
Fue lo que traté de hacer en Atenas, y coseché una condena a muerte. Para bien mío y de la humanidad.
Con gusto atenderé a cualquier
invitación que me hagan en el futuro.
¡Hasta la vista!
Corolario. “Los tiempos que corren en el mundo
“civilizado”, no favorecen la salud: ni
la espiritual, ni la corporal.